FIESTA DEL SANTÍSIMO NOMBRE DE JESÚS


Para que en el Nombre de Jesús se postren todos, en el Cielo (angeles), en la tierra (hombres), y en los infiernos (demonios)…

FIESTA DEL SANTÍSIMO NOMBRE DE JESÚS

R.P. Juan Carlos Ceriani

Jesús es su Nombre

En los días que siguen al misterio de la Circuncisión del Señor la Santa Iglesia celebra la fiesta del Santo Nombre de Jesús, sea el 2 de enero, sea en el domingo anterior a la Fiesta de la Epifanía.

En su Circuncisión se le puso por nombre Jesús. Acerquémonos al Señor y celebremos con una gran alegría interior la Fiesta de su Santo Nombre. ¡Son tantas y tan maravillosas las cosas que este Nombre nos dice!

En el Nombre de Jesús debe doblarse toda rodilla, en el cielo, en la tierra y en los infiernos; y todas las lenguas deben confesar que Jesús es el Señor, dice el Introito; y continúa con el Salmo: Señor, Señor nuestro, ¡cuán admirable es tu Nombre sobre toda la tierra!

¡Sí!, ante el Nombre Sagrado de Jesús —Nombre exaltado por el Padre sobre todas las criaturas— deben prosternarse los cielos y la tierra, todas las inteligencias y voluntades, todos los siglos y culturas.

Sólo en él está la salvación. No se ha dado a los hombres más que este Nombre, por el cual puedan salvarse.

Jesús es la piedra desechada por los constructores, pero convertida por Dios en piedra angular del edificio. Y nadie puede colocar otro fundamento, fuera del que ya está puesto, que es Cristo Jesús.

+++

El Nombre de Jesús es un nombre creado en el Cielo, y traído de allí por el Ángel Gabriel, para comunicárselo a la Virgen en el instante de la Anunciación: Darás a luz un Hijo, y le pondrás por nombre Jesús.

Es un nombre lleno de profundo sentido. Jesús significa Salvador, Redentor.

El Nombre de Jesús significa un ser lleno de infinito amor hacia nosotros, lleno de un amor que le hace fuerte para sacrificarse por nosotros, indignos.

El Nombre de Jesús significa un ser dotado de infinita grandeza, un ser cuyo sacrificio posee un valor infinito, una fuerza capaz de elevarnos hasta Dios, de reconciliarnos con Él, de reparar nuestra deuda para con Él, de hacernos participantes de la misma vida divina y, por lo mismo, hijos y herederos de Dios.

Señor, Señor Nuestro, ¡cuán admirable es tu Nombre!

Es admirable en el Cielo, pues en él aplaca la justa ira de Dios contra nosotros.

Es admirable sobre la tierra, pues en ella realiza innumerables prodigios, como nos lo prueba la misma Epístola de hoy, y derrama sobre las almas un torrente de luz, de vigor, de gracias, de virtudes y dones sobrenaturales.

Señor, Señor, ¡cuán admirable es tu Nombre!

El Nombre de Jesús nos revela al Hijo del Padre hecho Hombre por nosotros.

Nos revela al supremo y eterno Pontífice que se ofreció una vez en la Cruz al Padre por nosotros y que sigue ofreciéndole todos los días su Sangre, sobre nuestros altares, por nuestra salvación.

Nos revela al Dios-Hombre, que junta en su persona la majestad de la Divinidad con la pequeñez de la naturaleza humana, elevando a ésta hasta la sublime plenitud de la vida divina y haciéndola participante del poder y de la gloria de Dios.

El Nombre de Jesús nos hace conocer los tesoros y la grandeza de la humanidad redimida, de la santa Iglesia.

Nos hace conocer los tesoros de verdad depositados en la Iglesia. Nos hace conocer los Sacramentos y las celestiales delicias de los Santos y Bienaventurados en la gloria.

Jamás se dará a criatura alguna un Nombre tan santo y tan sublime como este de Jesús.

+++

Quien dice Jesús, dice lo más digno de ser amado, lo más dulce que pueda ofrecerse a los hombres.

Quien dice Jesús, dice la más sincera y cordial alegría que pueda dársenos y que pueda gozarse sin sobresalto alguno.

Nombrar a Jesús es recordar la inmensa y dichosa felicidad que nos produce el amor divino.

Este amor vigila y se desvive por nosotros; cuida constantemente, en el Cielo y desde el Tabernáculo, de nuestros intereses ante el Padre; se nos entrega todos los días, en el Sacrificio Eucarístico, para que, alegres en su Nombre, adoremos a Dios, le amemos, le demos gracias, le aplaquemos y obtengamos de Él gracia y perdón.

Quien nombra a Jesús, nombra al resplandor del Padre y, al mismo tiempo, recuerda al obediente, al bondadoso y humilde Jesús del Evangelio, a nuestro Amado, a nuestro consuelo, al padre de los pobres, al Buen Pastor.

Quien dice Jesús, dice bondad sin límites, plenitud de verdad, de fuerza moral, de ternura, de castidad, de nobleza de alma; dice, en fin, culmen y compendio de todas las bellas cualidades.

+++

¡Jesús, nuestro todo! Por Él poseemos la salvación.

En su Nombre suplicamos al Padre, y somos escuchados.

En Nombre de Jesús administra sus Sacramentos la Santa Iglesia.

En Nombre de Jesús recita también su oración.

En Nombre de Jesús santifica y bendice las casas, los campos, los enfermos.

En Nombre de Jesús conjura a los malos espíritus y los pone en fuga.

En Nombre de Jesús pronuncia sobre nosotros las últimas palabras de consuelo y fortaleza: Sal, alma cristiana… Señor, dale el descanso eterno….

Todo el que invocare el Nombre del Señor, se salvará…

¡Sí!, Jesús es nuestro Todo.

+++

En las Lecciones de los Maitines de hoy, sacadas de los Actos de los Apóstoles, se refiere la curación de un paralítico de nacimiento, efectuada por San Pedro en el Nombre de Jesús: No tengo oro ni plata; pero te doy todo lo que tengo: en Nombre de Jesucristo Nazareno, levántate y anda.

La estupefacción producida por este prodigio es aprovechada por San Pedro para hablar al pueblo y predicarle a Jesús.

Las autoridades le llaman al orden y lo encarcelan.

Entonces Pedro habla con nueva energía ante las mismas autoridades: En el Nombre de nuestro Señor Jesucristo Nazareno, a quien vosotros crucificasteis, pero a quien Dios resucitó de entre los muertos, ha sido curado este hombre que está ante vosotros. Jesús es la piedra rechazada por vosotros al construir el edificio, pero elegida por Dios para piedra angular del edificio. Sólo en Él está la salvación.

Para la Sagrada Liturgia el paralítico de nacimiento somos nosotros mismos. En virtud del Nombre de Jesús, San Pedro, la Santa Iglesia, cura por medio del Bautismo, de la Eucaristía y de la Penitencia, nuestra enfermedad: el pecado original, nuestros pecados personales, nuestras pasiones.

Exclamemos, con el corazón lleno de agradecimiento: Por Jesús ha sido curado este hombre…; hemos sido curados, salvados nosotros. Sólo en Jesús reside la salvación.

Celebremos con gran alegría la Fiesta del Santísimo Nombre de Nuestro Salvador y Redentor.

Hoy es un día de gracia y de perdón. Depositemos sobre el altar nuestro arrepentimiento, nuestras acciones de gracias, y digamos: Quiero alabarte, Señor, Dios mío, con todo mi corazón y quiero glorificar eternamente tu Nombre. Porque Tú, Señor, eres manso y dulce y rico en misericordia para con todos los que te invocan (Ofertorio de la Misa).

Humillemos nuestras frentes y nuestras almas al Nombre dulcísimo y terribilísimo de Jesús, no para nuestra confusión, sino para nuestro consuelo, porque Él es el que da al alma los verdaderos goces.

Invoquémosle con frecuencia, especialmente en nuestras horas difíciles, porque está escrito que quienquiera que invocare este Nombre será salvo.

Pidámosle cuanto nos falte, porque toda salvación está en el Nombre de Jesús: el dolor de los pecados, la victoria en las tentaciones, el progreso en las virtudes, luz en nuestras tinieblas, fortaleza en nuestras debilidades, y sobre todo el don de la perseverancia, que prolongue nuestra salvación hasta el punto de la muerte, en la que podamos pronunciar el Nombre de Jesús, que será nuestra salvación definitiva en el Cielo.

Oración:

Oh Dios, que nos has creado y redimido; concédenos la gracia y la dicha de que nuestros nombres sean escritos en el Cielo junto al dulce y glorioso Nombre de Jesús.

TOMADO DE: RADIO CRISTIANDAD

Esta entrada fue publicada en Catesismo Católico, Cielo, Devocionario, Sermones, Teología. Guarda el enlace permanente.

Deja un comentario